POEMA PARA UNA MUJER INNOMBRADA
Aún no sé por qué. Pero me gustaba contemplarla durante el contrario recorrido que hacíamos en las caminerías de Terrazas.
Su cara me decía palabras de otra ausencia. Cuando me hablaba, en el instante en que se cruzan las miradas contrarias obligadas a no detenerse, sin mirar las vitrinas. Como los mejores descendientes de Marathón, oía el estribillo de aires malagueños aprendidos de todos los victorhugos del mundo.
Aún no sé por qué. Pero me gustaba contemplarla durante el contrario recorrido que hacíamos en las caminerías de Terrazas.
Su cara me decía palabras de otra ausencia. Cuando me hablaba, en el instante en que se cruzan las miradas contrarias obligadas a no detenerse, sin mirar las vitrinas. Como los mejores descendientes de Marathón, oía el estribillo de aires malagueños aprendidos de todos los victorhugos del mundo.
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