
Bastábale al clavel verse vencido del labio en que se vio (cuando, esforzado con su propria vergüenza, lo encarnado a tu rubí se vio más parecido),
sin que, en tu boca hermosa, dividido fuese de blancas perlas granizado, pues tu enojo, con él equivocado, el labio por clavel dejó mordido;
si no cuidado de la sangre fuese, para que, a presumir de tiria grana, de tu púrpura líquida aprendiese.
Sangre vertió tu boca soberana, porque, roja victoria, amaneciese llanto al clavel y risa a la mañana.
Francisco de Quevedo y Villegas
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