
En el último estante, encima del tomo tres de la Historia de España, quien no tiene una Historia de España en el último estante - con la mirada azul de mar pintada a mano, la postura arrogante y las orejas tiesas, el gato de escayola me observa, me vigila expectante, agazapado tras de su condición de objeto inanimado, calculando, con la fría arrogancia con que solo un felino de adorno puede hacerlo, el momento preciso, el instante concreto en que me acerque a revisar algún capítulo de la España Mudéjar, por cierto, el tomo tres de mi Historia de España— para dejarse caer, con un sonoro golpe, en mi cabeza.
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