RECINTO
VII
El paisaje decía:«¿Quién iba a sospechar, después de tantoir y venir por cuatro mares —sueños—...que en un valle pintadopor el niño sin nombre, yo sirvierapara el de ojos errantes, teatro amor?Toda su geografía del paisajevino a quedar en un rincón inédito,en un lugar cualquiera de la Manchade cuyo nombre...»Y el paisajecintilaba los Bósforos, las tardesflorentinas, la palma Río Janeiro,la grande hora de Delfos y el bazarde las tierras de España y las etcéteras,y enrollaba los mapas...Porque sólotengo los ojos dioses del paisajeechados a los pies del valle poco,inédito tal vez... Y ágil escondoel lugarcillo esbelto cuya diáfanadesnudez aligera sus contornos,sus posturas aéreas, sus pueblos de bolsillo,y sus luces audaces.Y el paisajecon su risa de siglos, mi memoriainvadía. Las puertas de las horascerráronse y quedó ya solo, dentrode la errante mirada,el valle poco —grande con su dueño—seguro al corazón como una espada.

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